Las tres intérpretes durante un momento de la preparación del espectáculo | Colectivo Quimera

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La obra de danza contemporánea «Quimera» nació a finales del pasado verano como un encargo para celebrar en Lithica la Fiesta del Laberinto. Ello dio pie al nacimiento del Colectivo Quimera, un proyecto que cuenta al frente con tres conocidas bailarinas del panorama menorquín, Rosa Ribas, Aurore Gracient y Doryan Suárez.

Artistas que en los últimos tiempos se habían dedicado más al mundo de la formación artística pero que han regresado a los escenarios de la mano de «Quimera», un montaje de cuya coreografía se ocupa Suárez. «Es ante todo una obra de danza contemporánea y en sus 44 minutos en escena transita la antagónica e increíble capacidad del ser humano para concluir de un mismo símbolo, seducciones tan sublimes como siniestras», explica la bailarina cubana afincada en la Isla.

«Quimera» es el concepto sobre el que trabajan, la base de un proyecto que va cambiando en algún aspecto cada vez que sale a escena. Lo que se estrenó en las canteras de Ciutadella dio un paso más recientemente sobre el escenario del Teatre des Born, un discurso artístico que este viernes recala en la Sala Multifuncional des Mercadal (20 horas, acceso gratuito) con algunos elementos nuevos. El más destacado, la incorporación a la puesta en escena de una obra pictórica de Francesc Florit Nin.

Desde el pasado mes de septiembre hasta hoy día el espectáculo «ha mutado muchísimo», insiste Suárez, que con  «Quimera», tras una pausa de cuatro años, ha vuelto a bailar una coreografía propia. «Es como vivir, yo hoy no soy la misma de ayer. Y las obras van teniendo un desgaste, pero ese proceso, como ocurre con los metales, puede dar más luz», explica la bailarina.

Suárez confiesa que resulta complicado resumir con palabras la esencia de «Quimera», una propuesta de la que se atreve a decir que «es una muestra antagónica, de calma, de sutileza, de energía. Vivo las emociones y trato de mostrarlas», sostiene.

La artista concibe la danza como un elemento más dentro de un conjunto, «el instrumento para pasar de una escena a otra, pero cuando creo, lo que veo en mi cabeza, lo que me inspira, son imágenes». En ese sentido, hace especial hincapié en que «una obra de danza es mucho más que una coreografía, hay que crear un ambiente», es una pieza, asegura, en la que también hay que tener en cuenta otros elementos, como la iluminación, con gran peso en «Quimera», o la música. En este último campo, la apuesta pasa por una selección minimalista que se sirve de partituras de compositores como Gregoire Auger, Armand Amar, George Winston, Winston Mertens, Alberto Iglesias, David Darling, Arco Part y Alexei Lubimov o M. Ljunström.

Está claro que esta primera propuesta del colectivo esconde un mensaje relacionado con el concepto que llevan por nombre. «Te podría decir que sí, pero es muy presuntuoso intentar que mi mensaje llegue. Yo con que la gente sienta algo, me vale, y creo que eso ha pasado, porque me he sentido muy arropada por los mensajes que nos han llegado del público».

«Quimera» dará así este viernes un nuevo paso en su proceso evolutivo, y seguramente no será el último de un colectivo con espíritu abierto y en el que no se descarta que puedan seguir sumando nuevos artistas para embarcarse en otros montajes diferentes.