La vacuna contra las mentiras es el periodismo
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Mentir funciona. Hace años, un mentiroso no era una persona de fiar y ahora puede llegar a presidente de Estados Unidos. La expansión de la mentira es general, ha saltado de las redes sociales a algunos medios de comunicación. La práctica está tan extendida que contenerla parece una misión imposible. Mucha gente se fía más de lo que dice una persona en Facebook o X que de una información contrastada por un periodista de algún medio de comunicación respetable. El virus ya ha provocado una pandemia.
LA DANA de Valencia ha permitido descubrir la proliferación de estos bulos, hasta el punto que muchos medios se han volcado no solo en desmentirlos sino en identificar a sus autores. Las mentiras a menudo son más atractivas que la verdad, pero nadie se come un producto en mal estado, ni toma un medicamento que empeora su salud, ni compra una lavadora que en lugar de limpiar la ropa la ensucia.
¿Por qué entonces nos comemos las mentiras que tapan con fango los datos verídicos? El problema es la reacción en cadena. Las mentiras se hacen virales y programas o falsos periodistas las incorporan como si fueran informaciones comprobadas. Es aquello de que una falsedad repetida suficientemente se convierte en verdad. Además, por ejemplo, hay programas de grandes audiencias, decantados políticamente, que atribuyen frases al político adversario que nunca ha pronunciado. Podría hacer una lista larga de bulos alrededor de la catástrofe de Valencia, pero creo que es más interesante argumentar por qué las mentiras se combaten principalmente con información veraz de periodistas honestos.
En un informe de una reunión de crisis en Valencia se apuntó que el número de desaparecidos podría rondar los 1.900. Esta cifra se extendió como la pólvora. Algunos medios la dieron por buena. Tenía una apariencia de que procedía de alguna reunión oficial. Pero a menudo eso no basta. Las administraciones tardaron demasiado en dar la cifra real de desaparecidos, necesitaban un tiempo para comprobar cada denuncia de desaparición. Muchas podían ser debido a que no contestaban el teléfono móvil, debido a que cayeron las redes de comunicación. Al final dieron la cifra oficial de 89 personas desaparecidas incluyendo 62 cadáveres sin identificar.
La información es imprescindible para acabar con el bulo. También existen las medias verdades. Se trata de documentos o informes a menudo promovidos por los propios partidos que atribuyen responsabilidades de mala gestión a sus adversarios y que se hacen circular por las redes o que se filtran a algún medio, En estos casos, también la labor de los periodistas es fundamental para no dar por supuesta la veracidad aunque la fuente lo envuelva en papel de regalo.
¿Cómo se pueden combatir los bulos? ¿Con la ley contra la desinformación que deben aplicar las administraciones, a menudo contaminadas por el sectarismo político? Yo creo más en los periodistas y en el papel que han de jugar las asociaciones de prensa que tienen entre sus obligaciones la denuncia del mal ejercicio profesional, la sanción o la expulsión de quien comete una falta grave. Se trata de respetar el derecho constitucional que tienen los ciudadanos a recibir una información veraz. Y de paso recuperar la credibilidad de una profesión imprescindible y de los medios comprometidos con su función social, públicos y privados.
Hasta la próxima semana. Gracias por su apoyo.